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9 de enero de 2014

Uno se acaba acostumbrando

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Uno se acaba acostumbrando. No sé. A sentir las manos frías en invierno y tener que meterlas debajo de la manta, aunque ni así se calienten, porque no habrá más calor que ese. Uno se acaba acostumbrando a ver el viento soplar con fuerza contra un árbol tras una ventana. A escuchar música sin poner fin al ‘play’. A escribir por escribir o hablar por hablar, sin tener una razón fija por la que hacerlo. Uno se acaba acostumbrando a las causas perdidas. A perder la fe y la esperanza. A que nos opriman y nos dejemos ser oprimidos. Uno se acostumbra  a la tristeza de un café frío. Terminamos por acostumbrarnos a cosas que son de por sí detalles pequeños, pero que quisiéramos compartir. Luego, cuando nos acostumbramos a compartirlos, queremos ser dueños de ellos sin que haya nadie más que alcance a divisarlos. Es simple esta contradicción, la de acostumbrarse.

Gregorio S. Díaz "Uno se acaba acostumbrando"

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