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17 de julio de 2017

Desaprender a creer

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He pagado todos mis errores. Una fortuna por cada uno de ellos, por pequeño, mezquino y bizarro que fuera. He dado todo lo que tenía para salvar mis deudas: sangre, sudor, lágrimas y, sobre todo, tiempo. Demasiado tiempo. Sabes de sobra, que lo he hecho. Así que no me vengas ahora con que tengo que derramar más sangre. No le auguro un futuro a este inerte y torpe sacrificio. La suerte no va a venir por más que me martirice, por más que desgarre los ropajes de mi espalda y me castigue. Ya pedí perdón, después de no pedir permiso. Ya pedí perdón y me rebajé ante corazones que robé y que, un día, mostraba orgulloso en mi vitrina de cristal y miel. Desarmé aquellos estantes. Les devolví a sus dueñas lo que les pertenecía. Quise hacer el bien, después de haberme quemado con un fuego traicionero. Pensando, entonces, que los cambios eran buenos. Que traerían mejores momentos y, sobre todo, sosiego. Pero sigo sin ver a ninguno de ellos. Cuando la luz parecía alcanzar, me devuelves miedos. Dolores de barriga que traen viejos y malos recuerdos. Hundiéndome de nuevo. No por perder, si mil veces he perdido, sino por creer. Porque sigo creyendo en amores malditos. Supongo que eso va conmigo, como siempre he dicho. Como si la mala suerte a cada paso me acompañase, fruto de viejos hechizos, de los que no me sé desenvolver. Supongo que es eso, que hay que aprender a perder y desaprender a creer. Así que no me digas lo que tengo que hacer o decir. El bien no trae bien. Solo tiempo perdido y corazones dolidos. Ya va siendo hora de que se muera este tipo que soy, que nada ha aprendido y todo, siempre, se ha creído. 

Gregorio S. Díaz "Desaprender a creer"

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