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1 de noviembre de 2017

En la noche de las tinieblas.

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En la noche en la que puedes salir de tu escondite y trepar por los muros, cual sombra, que te llevan hasta mi entreabierta ventana. En la noche en la que todo se vuelve tinieblas y el olor a gachas frescas envuelve y llena de magia, cuyo líquido crea costras artificiales en los dedos de aquel que solía, por las calles y las cerraduras, rociarlas. En la noche que los muertos son los vivos. Cuando el tiempo se detiene a la hora en la que millones de relojes un día se pararon. Cuando recordamos que la tumba nos espera y que, tras ella, seguiremos teniendo sitio en este mundo macabro. En la noche del miedo que no es miedo, sino temor a dejar de existir, a morir, yo te invoco. Y lo hago para pedirte que acabas con el sufrimiento mío. Y no es que te esté arengando a que me lleves, de tu mano, al otro lado. Ya habrá tiempo para eso, tal y como dijiste en aquellos lejanos y confusos sueños. Te pido que aparezcas, no que me asustes, sino que te sienta. Que puedas actuar como ángel de oficio en esta vida que para mí se ha convertido en juicio, pensando siembre en lo que hago bien o mal. En el qué dirán y en el qué diré. Que intermedies por si me meten miles de años de infravalorada condena. Conviértete en humo etéreo y fúndete con la cera que solidifica en las rojas velas de la cocina. Es para pararle los pies a quien lleva ya un lustro interponiéndose entre el camino que sigo y mi destino, ese que tú ya leíste, porque está escrito. Dile que yo ya me he rendido. Que no hay mal que desee a nadie, solo amigos. Que perdí y perdón he pedido hasta por los pecados no cometidos. Que nunca quise hacer daño, pasarme de listo, ni cometer delitos. Que yo ya solo escribo. Que entiendo que es pasado. Que por todo ello me quite de encima este hechizo. Que solo quiero paz, buena suerte y muchos libros. Que no quiero vivir así, maldito.

Gregorio S. Díaz "En la noche de las tinieblas" 

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