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15 de diciembre de 2017

No esperes.

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No esperes que esto sea como esa película. Porque no lo va a ser. No esperes que me monte, en movimiento, en el tío vivo en el que disfrutas con otra boca de ese dulce rosa de azúcar. No esperes que insistas e insista, porque eso ya pasó y fue como el verano mágico dilatado en el tiempo que eternamente quieres repetir, y no. No esperes que te espere, más allá del kilómetro sesenta y seis de la carretera. Porque no te voy a llorar, en una casa de madera. No voy a querer por querer, ni beber por beber, cada día de mi vida, por si acaso algún día vengas. No esperes que esto acabe como esa acababa. Porque yo no te voy a leer lo que escribo, porque tú, aunque sana, no leerás, lo harás a destiempo, o se te olvidarán todas y cada una de mis palabras. No esperes a que todo eso pase. No esperes al último momento, como si el riesgo, fuera a hacernos más valiente. Como si fueras a tirar tu tocado blanco y salir por patas hasta mi viejo rancho. No esperes a que todo eso pase, porque será tarde. Ya no quedará nada de mí, del que una vez fui. No quedarán ni las memorias, que se pierden ahora entre otras borrosas memorias. No esperes venir con el tiempo justo y crear un mundo nuevo. No esperes a abrir los ojos, a quitarte la venda. No lo hagas, porque, aunque siempre estaré, no seré yo a quien vuelvas. Tan solo será una sombra. No esperes porque esto no es una película. Ni una novela. Y si esperas nunca se harán realidad los sueños que se plasman en una vieja libreta…

Gregorio S. Díaz "No esperes"

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