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28 de febrero de 2018

Ni muy lejos, ni por mucho tiempo.

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Que tópicas, y a la vez tan certeras, esas “instrucciones para salvar el odio eternamente”. Que farsa, en realidad, tan creída comúnmente. No estoy de acuerdo en eso de que todas las canciones de amor están llenas de mentiras. Una melodía no puede mentir. Lo que yo te he escrito, desde el principio, también contenía rigurosas verdades. Quizá por eso te dolía tanto leerme. Tal vez por eso mismo ya no lo hagas. O puede que sea que ya no te duele…No envenena este amor que se acaba porque, aunque acaba, no termina. Ya me entiendes. Puede acabarse un beso. Todos ellos. El roce. Los días sin voz, ni manos, ni ojos. El destino. Pero no termina el hambre de ti, la sed de mí, el deseo, el pensamiento y, sobre todo, el instinto. Tampoco me vale la que habla de que nos mentimos a nosotros mismos, que eludimos tildarnos de culpables. Puede que, en otro tiempo, no niego, buscara fuera motivos, sin ver que era yo mismo. Puede que en otro tiempo creara de la nada monstruos que no existen. Que nunca han existido. Puede que inventara historietas, que dibujara cosas que no sucedieron en mi cabeza. Que escribiera y me creyera mis propias letras. Era solo para creer que el paso que había dado era hacia adelante y no al contrario. Así que sí. Puede que en otro tiempo. Hoy sé que fueron excusas, las que busqué, todo el rato. Que fueron todos mis arrebatos, y no otros, los que te me arrebataron de los brazos. Reconozco, por tanto, que metí mil veces la pata. Pero, entiéndeme, a veces es mejor pensar en esos invisibles monstruos. Ellos, dóciles, al menos no te corroen por dentro. No te quitan la vida, poco a poco, a fuego lento. Cultivé bien mi odio. No fui generoso en olvido. No dije ni adiós, ni creí en sus promesas ni en sus despedidas. Pero aquello fueron cosechas de vacas gordas, en unos años de bonanza. Después de unos años de sequía, de ver quemadas todas las tierras fértiles que me dieron de comer en su día, no te veo como asesina. Aunque ya no vayan a mí dirigidas las cosas que dices, y que antaño me decías. En algunas cosas sí que estoy de acuerdo. Llega olvido y muerte. Pasan otoños e inviernos. Ya no queda nada nuestro. Y se me quedó en el tintero decir eso de que “si te vas, que no sea muy lejos ni por mucho tiempo”.

Gregorio S. Díaz "Ni muy lejos, ni por mucho tiempo"

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